
Tenemos que luchar para proteger a nuestra familia. Uno de los comentarios que escuchamos con frecuencia es: “Lástima que no hay escuela para padres”, pero les tengo buenas noticias: sí hay escuela para padres, la escuela para padres es nuestra propia familia y el maestro y la maestra que tenemos son nuestros propios padres. Son ellos los que nos enseñan a ser padres.
Todos nosotros tenemos una historia que contar y muchos podemos relatar nuestra propia historia. Quizá nacimos en hogares muy humildes, crecimos en pobreza y con bastante sacrificio y esfuerzo trabajamos para estudiar y para vivir, y Dios nos ha bendecido y nos ha prosperado. Muchas veces cometemos el error de decir «Yo no quiero que mis hijos sufran lo que yo sufrí»; «no quiero que ellos padezcan lo que yo padecí»; «quiero que mis hijos tengan todo lo que yo no tuve».
Se nos olvida que cuando nosotros rompemos el cascarón del pollo, el pollo se muere. Hay que dejar que el pollo rompa su propio cascarón, que use su propio pico, sus propias fuerzas, porque eso es para su propio bien, pues le permite formarse físicamente para enfrentar su propia realidad.
Es necesario que enseñemos a nuestros hijos a trabajar. Empiece con las cosas pequeñas de la casa. Enséñeles a planchar, a lavar, a cocinar ¿Por qué es importante que ellos aprendan a trabajar? Porque el trabajo es necesario, de lo contrario tendremos gente que solamente codicia, pero nunca trabaja, porque sus manos se niegan a trabajar. Proverbios 12:24 dice: “El de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado.”
Lamentablemente algunos hemos tenido buenas experiencias y otros, malas experiencias; algunos padres han hecho bien su labor de dar un buen ejemplo a sus hijos, otros, no lo han hecho tan bien. Lamentablemente los niños no tienen discernimiento todavía y aprenden de sus padres malos ejemplos, malas costumbres, criterios equivocados y crecen pensando que un buen padre es aquel que da algo de dinero, que fue lo que se enseñó en nuestra cultura por mucho tiempo.
Un buen padre es el que da para la comida, es decir, una provisión básica, económica, para cubrir las necesidades elementales de su familia. Pero no es solamente eso, tenemos que dar a nuestros hijos mucho más que dinero, tenemos que darles nuestro tiempo, nuestro talento y también nuestro tesoro, pero sobre todo, tenemos que darnos nosotros mismos a nuestros hijos.
Para ser buenos padres podemos usar la primera letra del abecedario, podemos decir que lo primero que tenemos que darles a nuestros hijos es amor, amar para dar seguridad. Usted quiere tener hijos seguros, hijas seguras, que sepan exactamente quiénes son, que sepan exactamente qué creen, que sepan exactamente qué quieren, tiene que criarlos con mucho amor porque eso es lo que les va a dar a sus hijos seguridad, de lo contrario usted va a criar hijos inseguros, inestables, indecisos y variables.
Para tener una identidad se necesita una fuente de autoridad y la fuente de autoridad que da identidad a los hijos son los padres, que deben tomar la iniciativa. Los padres son quienes les dan a sus hijos la identidad que necesitan, son los que les ponen nombre y los que le pronuncian el apellido orgullosamente. Usted como padre les da identidad a sus hijos, y Dios como nuestro Padre celestial nos da identidad como Hijos de Dios.
No hay escuela para padres aparte del hogar, es en el hogar donde nosotros ejercemos el magisterio paternal y nuestros hijos aprenden de nosotros cómo conducirse en la vida. Asegurémonos que seamos maestros que seamos recordados con cariño y con deseos de ser imitados.
Este artículo es una adaptación del libro Escuela para Padres. Puede adquirirlo en Fráter Librería.