Una de las biografías que me bendijo al leerla fue la de Smith Wigglesworth, el apóstol de la fe, nació el 6 de junio de 1859, en una familia pobre de Georgetown; de niño trabajó en los campos arrancando nabos, junto a su madre. Era analfabeta, hasta que a la edad de 23 años se casó con Polly, quién le enseñó a leer. A menudo decía que la Biblia había sido el único libro que leyó. Fue plomero de profesión, pero tuvo que abandonarlo después que llegó a ocuparse en el increíble ministerio de la predicación y sanidad. Hay incluso relatos de personas que resucitaron de la muerte a través de su ministerio, sin embargo, Smith decía que preferiría ver a una persona salva por medio de su predicación, que 10,000 al recibir sanidad. La vida no siempre fue fácil para Smith, el atravesó momentos muy complicados de los cuales escribió: “una gran fe es producto de grandes peleas, grandes testimonios son el resultado de grandes pruebas, grandes triunfos solo pueden ser resultado de grandes tribulaciones.”

La Biblia es muy realista, vivimos en un mundo caído, en donde todos pasamos por momentos difíciles. Algunas personas atraviesan circunstancias que hacen que la vida sea difícil todo el tiempo, y lo hacen sin quejarse, sin rezongar, y con una vida cristiana activa, entusiasta y fructífera. A ellos es a quienes nosotros debemos de ver y aprender. El Señor Jesucristo dijo que debemos aprender a llevar su yugo que aligera la carga. Es Él quien aligera la carga, pero observe que el texto no dice que el yugo es quitado. El sufrimiento tiene a menudo resultados positivos, en Salmo 119:71 el salmista declara: “Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos.”

A veces, para alcanzar el bien, tenemos que sufrir la aflicción. Cuando nos toca pasar por una crisis de salud, que nos lleva al extremo de pasar días hospitalizados en el intensivo, con pronósticos reservados y riesgos de perder la vida, es allí cuando damos valor a la vida que tenemos, más que cualquier otra cosa material. Es en medio de la aflicción que sabemos que Dios suplirá todo lo que nos falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús y debemos de procurar, más que las cosas materiales, ocuparnos en las cosas eternas.

El sufrimiento no es bueno en sí mismo, pero Dios es capaz de utilizarlo para bien.          

En 3 Juan 1:2 dice “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. Por eso es tan importante que le dedique tiempo a su espíritu, porque cuando usted prospera en su espíritu la prosperidad es integral, no solamente material. Esa integralidad de la prosperidad es la que hay que fomentar, así que considere los tiempos difíciles como la escuela de entrenamiento de Dios.

Usted nunca va a conocer a una gran persona que no haya pasado primero por esa escuela del entrenamiento de Dios. El sufrimiento no es bueno en sí mismo, pero Dios es capaz de utilizarlo para bien, como menciona Romanos 8: 28: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”. Ni siquiera la muerte de cualquier forma, es mala para nosotros, pues tenemos remedio en Cristo, como Pablo predicaba: “para mi el vivir es cristo y el morir es ganancia”.

Aún si morimos nos va bien, porque la muerte para nosotros es el inicio de la vida eterna al lado de nuestro Señor en donde no hay más dolor ni sufrimiento. A veces Dios usa el sufrimiento para entrenarnos al igual que un jardinero poda la vid, en Juan 15:2 leemos: “Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía”. En ambos casos el jardinero corta la rama, sólo que corta la rama completa que no da fruto. Pero si la rama da fruto, también la poda, es decir, corta las partes que no convienen para que dé más fruto todavía.

Así que prepárese para sentir la tijera del jardinero que es Dios mismo que viene a podarnos y aunque duela pasar por tiempos difíciles, la consecuencia al final tiene recompensa, y permite dar más frutos para la gloria de Dios.