
Algunas veces negamos el dolor. Puede ser que la causa que haya generado el dolor en nuestras vidas sea algo vergonzoso y por eso preferimos ignorarlo o callarlo. A algunos nos pudieron haber dado una falsa enseñanza de que los creyentes no vamos a sufrir ó que no nos va a pasar nada malo y que no debemos ser negativos. Pero algo que debemos de entender es que el dolor es parte de la vida de toda persona y de todo creyente.
Es por eso que Jesús nos dice en Juan 16:33 “Yo les he dicho estas palabras para que en mí hallen paz; en este mundo afrontarán aflicciones pero anímense yo he vencido al mundo”.
El mismo Jesús tuvo sufrimientos, dolor y pasó por angustia, pero Él no las negó, Él oró, buscó a Dios y las habló con sus discípulos.
“Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, les dijo siéntense aquí mientras voy más allá. Se llevó a Pedro y a los 2 hijos de Zebedeo y comenzó a sentirse triste y angustiado. Ésta es la angustia que me invade que me siento morir les dijo; quédense aquí y manténganse despiertos”.
Mateo 26:36
Debemos aprender del ejemplo de Jesús al momento de sentir dolor y angustia. Debemos ser humildes, rendirnos ante Dios y confesarle eso que nos está doliendo en oración; buscarle y no vivir de apariencias porque tarde o temprano vamos a sufrir.
Cuando le entregamos al Señor nuestras cargas, es cuando esa paz que sobrepasa todo entendimiento llega a nuestras vidas.
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En cada reunión, se aprende a ser sincero con uno mismo, a reconocer las debilidades propias y el poder único de Dios que permite vencer los obstáculos para que día con día se avance hacia la libertad.
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