Cuando se fundó Fraternidad Cristiana de Guatemala, fue una experiencia maravillosa comenzar con 20 personas. Pero llegó el reto más grande para mí y preguntarme ¿Cómo vamos a atender a los niños que lleguen? Cuando Dios pone el llamado en nuestros corazones y ve nuestro compromiso de levantar, bendecir, amar y edificar a los niños, Él comienza a obrar milagrosamente.

Me preparé con lecciones sencillas, inspiradoras, llenas del poder de Dios, comenzó el servicio el domingo y yo recibía a los hermanos en la puerta dándoles la bienvenida, después me llevaba a los niños a un pequeño salón y les daba clases con alabanza, historia y trabajo manual, al terminar el servicio entregaba a los niños y otra vez me ponía en la puerta a despedir. Comencé a acercarme a los jóvenes y señoritas con el reto de servir como maestros (no cuidadores de niños). Dios comenzó con el llamado a muchos y mi tarea más grande fue capacitarlos para que llegaran a ser maestros efectivos en dar a conocer las verdades de su Palabra.

En mi corazón hay agradecimiento con lágrimas en mis ojos por su gracia y amor manifestados en todos aquellos hermosos jóvenes y señoritas que dieron su tiempo, su amor y su tesoro tomando en serio la enseñanza y apoyando por años el ministerio de niños. Bendecidos sean con toda bendición espiritual, y los que hoy en Zona de Campeones de Fráter siguen haciendo la labor con esmero y responsabilidad. No puedo pasar por alto la gran ayuda económica y apoyo para realizar cada proyecto de mi amado esposo y mi pastor Jorge H. López, quien no escatimaba poner en el presupuesto el dinero para tener materiales, crayones, libros etc. Ser maestro de niños y jóvenes es un regalo de Dios, es una gracia y es un don que Dios da y es parte del llamamiento que Dios hace y es un privilegio tan grande. Los niños son parte del cuerpo de Cristo que necesita ser edificado espiritualmente.

El propósito es que los niños conozcan a Jesús como su Salvador, y Dios dará el crecimiento y los recompensará pues el trabajo en el Señor no es en vano. Sigamos sembrando con amor. Usted es una pieza importante en las manos de Dios.