Todos nosotros tenemos una historia que contar y muchos podemos relatar nuestra propia historia. Quizá nacimos en hogares muy humildes, crecimos pobremente y con bastante sacrificio y esfuerzo trabajamos para estudiar y para vivir, y Dios nos ha bendecido y nos ha prosperado. Muchas veces cometemos el error de decir «Yo no quiero que mis hijos sufran lo que yo sufrí»; «no quiero que ellos padezcan lo que yo padecí»; «quiero que mis hijos tengan todo lo que yo no tuve». Se nos olvida que cuando nosotros rompemos el cascarón del pollo, el pollo se muere. Hay que dejar que el pollo rompa su propio cascarón, que use su propio pico, sus propias fuerzas, porque eso es para su propio bien, pues le permite formarse físicamente para enfrentar su propia realidad.

En no pocas ocasiones caemos en el error de la sobreprotección de nuestros hijos, y como ahora tenemos abundancia de dinero les facilitamos la ropa, los juguetes, los vehículos, los viajes, los lujos, pero no logramos que nuestros hijos desarrollen el carácter necesario para vencer las dificultades de la vida. Pensamos que con dejarles una fortuna ya logramos resolverles su destino. Recordemos que no hay que preparar solamente el camino para los hijos, hay que preparar a los hijos para el camino. He conocido a personas que dejan una fortuna a sus hijos, y en un par de años, ya no existe. Otros, muy afortunados, han logrado disfrutarla por unos años más, pero luego la pierden, porque no estaban preparados, no fueron capacitados para administrarla. Es posible que usted muchas veces se haya preguntado por qué fulano de tal, teniendo tanto dinero, tiene un hijo tan inútil. Porque probable y equivocadamente, le facilitó todo, menos enseñarle a trabajar.

Debemos aprender que el trabajo dignifica al hombre, que el trabajo hace honorable al hombre.

Es necesario que enseñemos a nuestros hijos a trabajar. Empiece con las cosas pequeñas de la casa. Enséñeles a planchar, lavar, cocinar. Aunque quizá algún día tengan quién se lo haga, es necesario que aprendan a hacerlo. ¿Por qué es necesario que ellos aprendan a trabajar? Porque el trabajo es necesario, de lo contrario tendremos gente que solamente codicia, pero nunca trabaja, porque sus manos se niegan a trabajar.

Inclusive hay muchos jovencitos que aspiran servir al Señor.

«Hermano, aquí estoy.»
«¿Qué estás haciendo?» les preguntamos.
«Pues nada.»
«¿Cómo te estás sosteniendo?»
«Estoy viviendo por fe, hermano.» contestan.

Pero la Biblia enseña que la fe sin obras es muerta. Y si nosotros tenemos fe, tenemos que obrar; si tenemos fe, tenemos que actuar, tenemos que accionar y trabajar. Proverbios 21:5 dice: “Los proyectos del diligente resultarán en abundancia, pero todo apresurado va a parar en la escasez.” Así de sencillo, si queremos ganancia, pensémoslo bien. Si nos apresuramos, fracasaremos. Muchas veces queremos hacer las cosas de un día para otro y como dice el adagio antiguo: “Roma no se construyó en un día”.

Es un proceso que toma primero pensamiento y luego planeación. Cuando usted planea bien las cosas, salen bien y logra ganancias, pero cuando se apresura y echa a andar un negocio determinado sin planificar, corre el peligro de fracasar y de tener problemas.

Antes de comenzar un negocio, busque asesoría con los que ya lo tienen, con los que ya lo tuvieron, con los que saben. Pero por sobre todo busque a Dios, confíe en él y deje que su Palabra lo transforme.


Lee aquí otros artículos relacionados al libro «Fórmulas bíblicas para prosperar».