
Yo me llamo Jorge Humberto López Hernández, porque las fuentes de autoridad que se llaman Noé López García y Alicia Hernández Roche de López fueron al Registro Civil y asentaron una partida de nacimiento y dijeron “este es nuestro hijo”. Espero que hayan dicho “este es mi hijo amado”.
Una fuente de autoridad es la que da una identidad y somos nosotros los padres de familia los que les vamos a dar a nuestros hijos la identidad, nombre, apellido, color de ojos, color de piel, tipo de cabello, estatura, genes para el cerebro. Tenemos una fuente de autoridad que nos da la identidad como hijos de Dios quien es nuestro Padre que está en los cielos, él le dijo a Jesús: “Tú eres mi hijo amado.
¿Cuál fue la primera tentación que enfrentó Jesús en el desierto? Fue la pregunta: “¿si eres hijo de Dios?” Satanás le metió una duda: “Si eres hijo de Dios di que estas piedras se conviertan en panes”; pero Jesús no tenía ninguna duda porque él había oído la voz del Padre nuestro que le había dicho: “Tú eres mi hijo amado”. Su identidad como hijo de Dios está en el Padre celestial, deles esa misma identidad a sus hijos.
La identidad nos permite expresarnos con firmeza, porque sabemos quiénes somos. Aunque los hombres somos poco dados para expresar lo que sentimos, en parte porque cuando sufrimos un golpe siendo chicos nuestras mamás vinieron con ternura a decirnos para evitar que derramemos lágrimas: “los hombres no lloran”. Quizás el niño está sangrando, raspado y golpeado, pero así aprendió esa lección. Pasan los años y no le lloran los ojos, pero le llora el corazón, después viene un infarto, o tiene problema en los riñones, y después no solamente no expresa sus sentimientos de dolor, sino que tampoco expresa su sentimiento de amor. Quizás por eso tenemos padres que son inexpresivos, puras piezas de madera, piedras. Puras papas sin sal, decimos en Guatemala.
Por esa razón hay hijas que crecen sin haber recibido jamás un abrazo paternal o un beso, y entonces corren a los brazos de la pandilla, porque allí todos las abrazan con el peligro que las embaracen.
ambién, por la misma carencia de afecto, tenemos muchachos que andan en las calles de las ciudades como travestis, porque se lanzaron a los brazos de otros hombres por no tener un abrazo del hombre que admiraban, que querían, que imitaban, que era su papá.
Padres amemos a nuestros hijos no solo de palabra, también de hecho.
El fútbol era el deporte favorito de mis tres hijos varones, los tres estaban en el equipo y allá íbamos a verlos jugar todos los sábados en la mañana; ya sabía que mi rutina era ir a sentarme a un campo a tragar polvo, a llevar sol, a llevar viento, a llevar agua y a llevar vergüenza, sobre todo cuando estaban en la “Liga de Los Mosquitos”. En esa liga, todos van a donde está la pelota y no le dan una, pero cuando le dan una, aunque sea al aire ¿a quién voltean a ver? a su papá y allá está el pastor de la Fraternidad Cristiana sentado celebrando: “Dale, bien.” Como 6 años viéndolos perder, pero llegó el día en que al fin aprendieron. Ya estaban en los equipos que estaban adelante y llegó el día en que quedaron de campeones y dijeron: “Y el líder goleador es uno de los López Arias”. Allí estaba yo sacando el pecho diciendo, “ese es mi hijo”.
¿Quiere usted decir un día: “ese es mi hijo”? Anhele verlo, que le dé gusto verlo. Que sus hijos sepan que usted está orgulloso de ser su papá o su mamá.
Por eso la autoridad da identidad, da seguridad y nos permite a los padres fortalecer el vínculo con nuestros hijos.
Este artículo es una adaptación del libro Escuela para Padres. Puede adquirirlo en Fráter Librería.