
Cuando sucede una tragedia, solemos buscar responsables, así es el ser humano. También lo es tratar de agarrarse a cualquier esperanza que haga disminuir nuestra incertidumbre ante el mundo.
Los dos terremotos que se produjeron en febrero del 2023 en Turquía, y que han dejado miles de víctimas en este país y en Siria, no son solo los más violentos en varias décadas, sino también unos de los más extensos en cuanto a la zona geográfica afectada. Con una magnitud estimada para el primero de 7,8 -la mayor en Turquía desde que existe un registro instrumental-, y de 7,5 para el segundo; se teme que puedan superar las consecuencias devastadoras del seísmo que se produjo en este mismo país en 1999, y que dejó 17.000 fallecidos y más de un millón de damnificados.
Las catástrofes vienen sin avisar y por muy adelantados que estemos en la tecnología, las consecuencias casi siempre son lamentables. Hay catástrofes naturales, sociales, familiares y personales, pero la más devastadora es la espiritual.
En la Biblia encontramos la advertencia que nos permite tomar acción ante esta catástrofe.
«Separados de mi nada podrán hacer» dijo Jesús «El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá.»
Reconozca a Dios en su vida para ser salvo, vivir confiadamente y tranquilo, sin temor del mal.