
¿Le ha tocado experimentar alguna triste despedida? Hay despedidas que son normales, pero hay despedidas en donde se presenta la nostalgia porque sabemos que será difícil volver a ver a la persona. En La Biblia encontramos las cartas de Pablo a Timoteo, donde Pablo se está despidiendo porque sabe que su vida está por concluir. Pero estas cartas más que ser de tristeza son utilizadas por Pablo para animar a Timoteo, y no solo a Timoteo, sino a nosotros también.
En estas cartas Pablo nos insta a que seamos constantes y una de las metáforas que usa es que vivir nuestra vida cristiana es pelear la buena batalla y por ende, nos convertimos en soldados.
Veamos algunas características que Pablo nos dice que debemos de tener: Un soldado le pertenece a Cristo: Pablo describe que somos soldados de Cristo, le pertenecemos a él. También menciona que Cristo fue quien nos reclutó, que él es nuestro superior. Nos debemos a él, le obedecemos a él, estamos a su servicio.
Un soldado comparte los sufrimientos: Pablo usa la metáfora del soldado y de la buena batalla para que Timoteo siguiera adelante a pesar de las circunstancias adversas. Pablo estaba preso por predicar de Cristo, él sabía lo que era pasar momentos difíciles. En la vida vendrán circunstancias adversas, pero debemos de seguir adelante sin desmayar.
Un soldado no se distrae: Pablo es claro y nos dice que un soldado no se enreda en cuestiones civiles, es decir, que nada lo desvía de su propósito. No debemos de distraernos ante el pecado, ante las cosas que este mundo nos ofrece.
Un soldado agrada a su superior: El propósito de no distraernos es agradar a Dios, quien nos escogió como soldados. Es por amor a él que mantenemos nuestro enfoque.
Un soldado pelea con las armas espirituales: Como soldados debemos usar las armas que Dios nos dio. Pablo también en la segunda carta a los corintios nos menciona que peleamos la batalla con el poder del Espíritu Santo y que tenemos armas defensivas como ofensivas.
Entre las armas que debemos usar está la Palabra de Dios, leámosla y memoricémosla.
Sigamos pelando la buena batalla.