
Recuerdo la historia de un hermano que me dijo:
—Cuando yo vine a la ciudad, vine con un pequeño morral al hombro. No tenía nada y me encontraba a la puerta de una pensión. Pero el Señor me bendijo y me prosperó. Me quedé con el morral para recordarme que una vez fui pobre, y para recordarme que tenemos que ayudar a los pobres. —
Eso de ser pobre es triste. Se levanta por la mañana y no hay comida, no hay un segundo par de zapatos, no hay trabajo. Solo dificultades. Pero qué gozo se siente cuando hay alguien que le da a usted una mano para ayudarlo en su necesidad.
Recuerdo cuando era niño y estaba con mi familia. Éramos pobres, tan pobres que otros pobres tenían lástima de nosotros. En una ocasión, los misioneros de la iglesia trajeron unos barriles grandes llenos de ropa. En ese entonces traían pacas de ropa usada, pero no para vender como se acostumbra en estos tiempos, sino para regalar a los pobres. En una ocasión tuve un pantalón de marca conocida, gracias a que alguien en la iglesia me lo regaló. ¡Qué bien se siente cuando uno tiene su pantalón de marca!
Créame, ahí cerca donde usted vive, donde usted trabaja, hay gente pobre. Usted tiene ropa que ya no usa, porque sus hijos crecieron, porque tuvieron otra nueva. Regale los pantalones, los zapatos y otros artículos que ya no necesita. Si usted es una dama y tiene ropa que ya no usa, créame que hay señoras que la necesitan, compártala para suplir una necesidad. Dar y recibir gozo es también parte de nuestra vida consagrada a la obediencia del Señor. Es importante ayudar al pobre.
Proverbios 19:17 nos deja una enseñanza: El que da al pobre presta al SEÑOR y él le dará su recompensa. El que da al pobre, presta a Jehová. El bien que ha hecho se lo volverá a pagar.
Créame que cuando uno da al pobre, lo más probable es que se le devuelva lo que dio. Yo conozco a gente pobre muy responsable que, aunque le cueste mucho, pagará. Pero usted no se lo debe dar prestado, sencillamente regáleselo. Siembre en ellos un poco de lo que el Señor le ha dado. Lo que usted en realidad está haciendo es prestarle al Señor. Dios sí paga. Y cuando usted le da al pobre, el Señor lo bendice. El Señor no se queda con nada.
Yo nunca me olvido lo que pasó hace muchos años, quizá unos 44 o 45, cuando estábamos viviendo en un pequeño apartamento en una colonia al sureste de la ciudad capital. Era nuestro palacio porque era la primera propiedad que obteníamos. Una familia que vivía en ese sector estaba pasando por una terrible y tremenda pobreza. Cuando mi esposa y yo nos enteramos, decidimos que le daríamos el pollo que teníamos en el refrigerador y así lo hicimos. Ese mismo día o al día siguiente, ya no me recuerdo muy bien, unos hermanos llegaron a nuestra casa y nos entregaron un pavo.
El que da al pobre, ¿a quién le presta? ¡A Dios! Dios no se queda con nada, devuelve lo prestado y más. Desde una colonia muy exclusiva, una familia muy querida y muy adinerada obedeció cuando el Señor les mandó llevar un pavo desde un extremo de la ciudad al otro. Claro, para ellos los pobres éramos nosotros; para mí el pobre era otro. Pero todos, por pobres que seamos, podemos darle a otro pobre.
De mi madre aprendí que, a pesar de tener escasos recursos, se puede ayudar al pobre. En su misma comunidad hay gente pobre que usted conoce, parientes o vecinos; invítelos a comer. No hay nada más feliz para un niño que lo inviten a comer. Hay que ayudar al pobre. Es muy importante no olvidarse de él.
Proverbios 28:27 dice: Al que da al pobre no le faltará, pero el que cierra ante él sus ojos tendrá muchas maldiciones. El Señor quiere que todos seamos prosperados y bendecidos, pero debemos poner en práctica lo que hemos aprendido de la Palabra del Señor. Para eso tenemos que estar dispuestos a poner en práctica estos principios que nos enseñan a honrar a Dios con nuestros bienes. ¡Ayudemos al pobre!