En una fría mañana de enero, el violinista tocaba su instrumento, tratando que las melodías derritieran el helado corazón de sus oyentes. Más de mil personas lo escucharon, unos pocos se detuvieron a darle algo de dinero, pero solo uno pudo reconocer al artista.

Se trataba de Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, que había accedido a hacer el experimento en la estación de tren de Washington. Años después, Joshua volvió a la estación del metro, pero esta vez casi nadie cabía para escuchar al violinista prodigio.

Así pasa en la vida muchas veces, los mejores momentos, los milagros pequeños, el tiempo de calidad, pasan desapercibidos, desaparecen como neblina.

Jesús enseñó que el afán, las preocupaciones y el engaño de las riquezas nos pueden alejar de disfrutar de la vida. Reconozca a Jesús como su Salvador y disfrute de su familia, sus amigos o un buen descanso.

Trabaje, esfuércese, pero como dijo un sabio rey, para todo hay tiempo.