¿Cómo es posible que Dios me quite a alguien a quien tanto amo?

Es una injusticia lo que nos está tocando vivir.

Sin mi ser querido, no vale la pena seguir adelante.

Estas y otras ideas son las que nos vienen a la cabeza cuando perdemos a un ser querido, ya sea por enfermedad, por algún accidente o por violencia social. El dolor que sentimos por la muerte es muy grande.

Cuando hemos convivido con alguien creamos nexos sentimentales fuertes que, al romperse por la ausencia, el dolor es tan grande que afecta nuestra manera de percibir la realidad.

Dios no es ajeno a este dolor.

Pero, ¿si Dios no es ajeno a este dolor por qué lo permite?

Dios es tan grande que su propósito es hacernos ver hacia él en cada situación, sea alegría o tristeza, felicidad o dolor, en la vida o en la muerte.

El reto para cada uno de nosotros es encontrar esa rendija de luz que nos apunte hacia Dios. Es como esa pequeña abertura en la ventana que deja ver del otro lado el sol radiante. Ese Sol Radiante es Dios, y la abertura es la situación que estamos atravesando, la ventana cerrada y sellada es nuestra vida.

El dolor por la pérdida de un ser querido es grande, pero nuestro Dios es mucho más grande; y aunque creamos estar solos en este camino de luto, no lo estamos – o no deberíamos estarlo –.

Cada sábado, un grupo de personas que están en su proceso de sanidad interior y en su caminar hacia el reencuentro de la alegría, se reúnen para hablar, escuchar y sanar.

Si has perdido a un ser querido y necesitas encontrar el gozo de la vida visita www.abrazosdeesperanza.org, encontrarás un formulario si necesitas que te contactemos o podrás unirte a una reunión virtual.

Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. Juan 16:33


Mira esta prédica del pastor Jorge H. López para aprender qué dice la Biblia sobre la muerte: