
Derek Anthony Redmond no ganó ninguna medalla en Barcelona 92, pero sin embargo nos dejó una historia inolvidable, una demostración de sacrificio, fuerza de voluntad y de amor entre padre e hijo. Los Juegos Olímpicos de 1992 debían ser la culminación de su carrera.
El 3 de agosto de 1992 Derek está corriendo y se desploma en la pista sobre su rodilla izquierda, la mano derecha en el muslo y la cabeza gacha. Está hundido. Los ojos se le llenan de lágrimas, pero no por el dolor de la lesión.
A su alrededor la carrera sigue, pero todas las miradas están puestas en él. Su padre Jin baja a buscarlo a la pista, le pide que se detenga y ponga fin a ese sinsentido, pero Derek está resuelto: sabe que esta puede ser la última carrera de su vida y está resuelto a terminarla.
El padre agarra al hijo para de nuevo, tornarse en su apoyo y avanzar junto a él hasta la meta.
Muchas personas están a nuestro alrededor necesitando de nuestra ayuda, piense por un momento, ¿quiénes le rodean?
Viva para ellos, amelos y disfrute este tiempo por que la vida es corta.